Si llevas tiempo luchando con la ansiedad, la tristeza o el cansancio emocional, no estás solo/a. Aquí encontrarás apoyo humano y profesional para volver a sentirte tú.
Cuando una persona está con un estrés fuerte y mantenido en el tiempo pueden aparecer molestias como tensión en los músculos, problemas digestivos, sensación de ahogo, latidos acelerados o dolores que van y vienen sin una causa clara.
Es normal que, al notar estos síntomas, busque una explicación médica, pero muchas veces las pruebas no encuentran nada fuera de lo común. Y es que el cuerpo y la mente están más conectados de lo que pensamos: cuando llevamos demasiado tiempo bajo presión, nuestro cuerpo lo expresa de diferentes formas. No es que te lo estés imaginando, es una señal de que necesitas cuidarte y darle un respiro a tu bienestar.
Se trata de experimentar un miedo intenso y duradero hacia situaciones o cosas específicas, como hablar en público, montar en avión, estar cerca de ciertos animales, etc. Este miedo puede llegar a ser tan fuerte que empieza a afectar nuestra vida diaria. En algunos casos, este miedo se desarrolla después de haber vivido una experiencia impactante o incluso tras haber visto o escuchado a otra persona pasar por algo similar. Como resultado, tendemos a evitar cualquier situación relacionada con lo que nos genera ansiedad, buscando la manera de sentirnos más tranquilos. Sin embargo, este evitar solo suele empeorar el miedo con el tiempo, y es ahí cuando es importante aprender a enfrentarlo paso a paso, con apoyo y sin presión.
Cuando alguien experimenta, de manera repentina y muy intensa, síntomas de ansiedad como temblores, dificultad para respirar, molestias en el estómago, sudoración, palpitaciones o presión en el pecho, puede sentirse muy aterrado, como si su vida estuviera en peligro. Esto es lo que conocemos como un ataque de pánico.
La primera vez que sucede, la persona se asusta muchísimo, y esto puede llevar a que esa persona se quede muy alerta, pendiente de cualquier sensación física que le haga pensar que pueda volver a ocurrir, lo que, sin quererlo, puede aumentar la probabilidad de que vuelva a suceder.
La persona experimenta ciertas sensaciones físicas, que interpreta como signos de una enfermedad grave, lo que genera una gran preocupación y ansiedad. Esta misma ansiedad puede provocar o intensificar síntomas físicos, haciendo que la persona los perciba como una confirmación de sus miedos.
Además, es común que esté muy atenta a cualquier cambio en su cuerpo y busque información para entender lo que siente. Sin embargo, el temor puede hacer que filtre esa información de manera sesgada, enfocándose solo en lo que refuerza su creencia de estar enferma.
La autoestima es cómo nos vemos a nosotros mismos, si nos valoramos de manera positiva o negativa, y está formada por nuestros pensamientos, emociones y experiencias con nosotros mismos. No es algo fijo, sino que cambia a medida que vamos viviendo nuevas situaciones, y también se ve afectada por lo que los demás piensan de nosotros, por los logros y fracasos que percibimos en nuestra vida.
Cuando hablamos de baja autoestima, nos referimos a esa dificultad para sentirnos valiosos y aceptarnos tal y como somos. Esta visión negativa de uno mismo puede tener un impacto profundo en muchas áreas de la vida de una persona.
Cada vez son más las personas que buscan ayuda para superar problemas de insomnio. La falta de sueño puede ser un reflejo de algo más profundo, como un trastorno de ansiedad o del estado de ánimo, o incluso puede ser un problema aislado.
En algunos casos, el insomnio puede surgir primero y, si persiste, acabar desencadenando ansiedad o depresión.
Cuando tenemos dificultades para dormir, pueden aparecer otros síntomas como irritabilidad, cansancio, falta de concentración, ansiedad, frustración, apatía y sueño durante el día.
El insomnio puede manifestarse de varias formas: cuando no conseguimos dormir al principio de la noche, cuando nos despertamos muy temprano y no podemos volver a dormir, o cuando despertamos varias veces durante la noche y no logramos descansar de verdad.
Para que el cuerpo y la mente puedan descansar, es necesario que estén relajados y sin interferencias. Además, hay que tener en cuenta factores como un horario de sueño regular, estar cómodos, evitar la luz o tener la temperatura adecuada.
Si estamos físicamente o psicológicamente activos, o si no tenemos un ambiente adecuado para descansar, podemos empezar a tener problemas para dormir, lo que puede llevar al insomnio.
La dificultad para dormir, a su vez, puede generar un nerviosismo que hace que nos sintamos más activados, creando un círculo vicioso que dificulta aún más el sueño. Este nerviosismo puede surgir cuando vamos a dormir o incluso durante el día, interfiriendo en el bienestar general de la persona.
Todos podemos sentirnos tristes o sin ganas de hacer mucho, pero esos momentos suelen ser pasajeros. Sin embargo, cuando la tristeza no desaparece y deja de haber interés por las cosas que antes hacían sentir bien, puede tratarse de depresión.
La depresión va más allá del estado de ánimo: puede afectar la manera en que una persona piensa, siente y actúa, llegando a impactar tanto a su bienestar emocional como físico.
No tiene una única causa ni un perfil específico, le puede ocurrir a cualquiera, sin importar la edad, el entorno o la situación personal. Además, en muchos casos, aparece junto con la ansiedad, haciendo que el día a día se vuelva aún más difícil de gestionar.
La persona experimenta síntomas de depresión que no son tan intensos, pero persisten durante un largo periodo, generalmente al menos dos años.
Cuando una persona atraviesa un periodo de depresión, puede sentirse así la mayor parte del tiempo durante al menos dos semanas. Estos sentimientos afectan su capacidad para hacer cosas cotidianas, como dormir, comer, estudiar o trabajar, haciendo que todo se vuelva más difícil de lo habitual.
Los síntomas tienden a ir y venir con el cambio de las estaciones. Normalmente, empiezan a finales del otoño o al comenzar el invierno, y van mejorando con la llegada de la primavera y el verano.
Sucede cuando una mujer atraviesa una depresión profunda durante el embarazo o después del parto (lo que conocemos como depresión posparto)
El duelo es el proceso emocional que vivimos cuando perdemos algo o a alguien con quien teníamos un vínculo profundo, ya sea una persona, una mascota, una posesión, una habilidad, un trabajo o una etapa de nuestra vida. Es algo que todos experimentamos en algún momento, pero cada duelo es único, porque cada persona lo vive de manera diferente. Aunque compartamos una misma pérdida, las circunstancias que la rodean, la relación que teníamos con lo perdido o cómo nos enteramos de la noticia, pueden influir en cómo sentimos y expresamos ese dolor. Por eso, siempre decimos que no hay dos duelos iguales.
Este proceso se compone de diferentes fases o etapas: Negación, Negociación, Enfado, Depresión y Aceptación.
El duelo no tiene una duración determinada y es único para cada persona. Sin embargo, si sentimos que el dolor persiste durante mucho tiempo y nos cuesta volver a la normalidad o aceptar lo que ha pasado, podría ser una señal de que estamos atravesando un duelo más complicado, que requiere atención.
Tu espacio de reencuentro con tu propósito de vida. Dale un nuevo significado a la experiencia vivida, y transforma tu crisis en una oportunidad para alcanzar la vida que anhelas.