El estrés es una respuesta natural del cuerpo ante demandas o amenazas, y en pequeñas dosis puede ayudarnos a rendir mejor. Sin embargo, cuando se mantiene de manera prolongada, puede afectar nuestra salud física, mental y emocional.
Entre los síntomas más comunes se incluyen irritabilidad, fatiga, problemas de concentración, tensión muscular y cambios en el sueño. Reconocer estas señales es clave para prevenir que el estrés se convierta en un problema mayor.
Según la American Psychological Association, existen múltiples estrategias para manejar el estrés: técnicas de respiración, mindfulness, ejercicio físico y establecimiento de prioridades son algunas de ellas.
El entorno laboral y familiar puede ser un gran disparador de estrés. Plazos ajustados, conflictos interpersonales o exceso de responsabilidades pueden incrementar la sensación de presión y ansiedad.
La gestión emocional también es crucial. Aprender a identificar los pensamientos automáticos negativos y reformularlos de manera constructiva reduce la intensidad del estrés y mejora la resiliencia.
Además, mantener hábitos saludables como una alimentación balanceada, pausas activas durante el día y tiempo de ocio ayuda a disminuir el impacto del estrés crónico en la salud.